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El solo de la Ermitaña Narcisa

  • Foto del escritor: Laura Adrianzén
    Laura Adrianzén
  • 27 dic 2022
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 27 jul

(MONÓLOGO FRENTE AL ESPEJO)

Personaje:

Ella, 30 - 40 años, vive en lo alto de los andes peruanos.


Ella prende la luz. Se desnuda. Se mira en el espejo.


Ella: ¿Te diste cuenta de lo estúpida que te ves mirándote en el espejo? ¿Qué ves?

Porque yo no veo nada. Aunque sí. Te veo. Claramente me veo. Pero no hay más que eso en el reflejo. Un ser humano más pasando el tiempo y tratando de amistarse, constantemente, con su mente. ¿Qué esperas de los demás? ¿Qué vean eso que no puedes ver en ti? Ni tú lo sabes. No sabes qué quieres y esperas que que alguien te admire por ello. ¿De dónde nacen esas ganas? ¿Te gustaría ser otra persona? Te hago una pregunta. A ver. ¿Qué significa reconocer? Re-conocer. Ahhhhh. Volver a ser. Volver a ser mirada. Una segunda oportunidad. Como si la primera no valiera. Como si tus errores y las voces de tu mente te invalidaran una y otra vez, ¿cierto?."Insegura, ansiosa, fea"¿Qué te re-conozca quién? ¿Tu madre? ¡Por favor! Ella solo se ve a sí misma. Ya suelta su mirada. Sus ganas de ser reconocida a través de ti: "Ella es mi hija", diría. Todo eso que yo no fui. Será por eso que hoy te sientes aburrida. Sin el espejo de tu madre el reto te abandona. ¿Re-conocerme? ¿Re-inventarme? ¿Aplausos? Miradas. ¿De quiénes? De fantasmas porque en el fondo, muy en el fondo no te importa, lo cual es peor. ¿Por qué esperas esos aplausos entonces? Para validar a tu madre, a tu padre, a tus hermanas. Para validarme. Para sentirme valiosa. Que valgo la pena, como decía mi ex: "Tú vales la pena". Qué mierda. Qué estúpida soy por pensar que el amor es que alguien quiera estar a mi lado porque sí o aún más, que quiera ser yo. No quiero ser mi madre. Quiero que mi madre sea mi madre y yo ser yo. Quiero cortar con el auto-sabotaje que detona mi auto-traición. Y luego, mis ganas de reivindicarme conmigo misma. De volver a amarme para que así me vuelva a amar. ¡Qué irreales me resultan ciertos fragmentos de mi vida! Muchas películas y novelas durante el almuerzo. Cuántos sentimientos de inferioridad y superioridad superpuestos me han acompañado. Qué infantiles mis deseos por ser estimada por mi familia extendida para que dejen de imaginarme en el infierno. Qué aburridas las conversaciones con amistades superfluas a cambio de un par de aplausos. Agotadoras las máscaras, las fotos, las dietas, el maquillaje, el sexo vacío, la manipulación emocional y el escondite recurrente en el exceso. ¡Qué desmotivante no saber quién soy o era. Pero es que si me preguntas ahora, ¡mierda!, no tengo ni idea. ¡Qué flojera! No tengo trabajo y mis activos equivalen a un par de maletas. Hay salud felizmente. Qué mierda. ¿Qué más? No tengo nada brillante y aplaudible. Eso me basta a mí pero a los demás. Me dan miedo las preguntas incómodas y las miradas condescendientes de los allegados que conversan solo con ellos mismos... Prefiero ser una eterna ermitaña, célibe, que duerme temprano y se reta poco. Tal vez es todo lo que realmente puedo manejar. ¿Necesito a los demás? Claramente. ¿Cómo volver a la sociedad? Al juzgamiento, a la comparación, a la burla y al engaño del susodicho fracaso. Permití. Permití. Y luego me vengué y me vengué. ¿Y hoy? Ya nada de eso hay porque no hay gente a mi alrededor. Solo la montaña y un par de perros. ¡Cobarde!, te diría, si no supiera todo el esfuerzo que has hecho para dejar de hablarte así. ¿Te das cuenta que hablas en primera y tercera persona? Estás partida, tal vez un poco loca. Funcional, hasta el momento. Por ahí habrá cero re-conocimiento. Y será más fácil. Más fácil de todas formas. ¡Una ermitaña loca en las montañas! ¡Qué buena historia! Digna de ser leída, aplaudida. ¡Vista! ¡Ahí vas otra vez! ¡Ahí voy otra vez! Al parecer somos dos por aquí. Una quiere una cosa y la otra no. Me parezco a Gollum de Tolkien. Un gollum refinado claro... He ahí mi propio reconocimiento. La base de mi aturdida mente. Que me gustaría ser otra. ¿Qué más da? Si me ven o no los demás. Al final siempre seré yo frente al espejo teniendo esta misma conversación. Allí estoy. Me veo. Me re-conozco entera y serena. Aún con todo esto dentro. Uno, dos y tres aplausos para mí. Por haber llegado hasta aquí.




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